Eu matei o meu cabalo
En un oscuro rincón de piedra de la Rúa de Calderería se encuentran los restos de la trigésimo cuarta página del guión cinematográfico de una película que jamás se terminó. Nadie sabe su título, ni tan solo su autor. La página contiene en sus márgenes borrosas anotaciones en gallego hechas con lápiz, esbozos sobre posibilidades de planificación de los diálogos y las acciones que confeccionan la escena. A continuación se adjunta el contenido de los restos de la página del guión.
ESCENA 16: INT. DIA – BAR DEL HOTEL
Ernesto se encuentra en en el bar del hotel sentado en un sofá rojo. El camarero le trae un whisky con hielo.
ERNESTO
(nervioso) Cárguelo a la 405.
ESCENA 17: INT. NOCHE – HABITACIÓN DEL HOTEL
Ernesto abre la puerta. Agotado, se deja caer en la cama. Mira hacia la ventana. Afuera está anocheciendo. Suena el teléfono.
Aquí termina el texto en la página. Una de las anotaciones al pie dice “Nesta foto vemos unha cidade de tellados vermellos”, lo que nos hace pensar que el director quería un plano general de las azoteas de la ciudad. El idioma usado para la nota presupone que el realizador, a diferencia del guionista, era gallego. El significado de la nota advierte, a su vez, que este hombre viviría en la ciudad de Santiago de Compostela, pues era conocedor de la panorámica compuesta por tejados rojos que se observa desde cualquier ventana suficientemente alta en el casco monumental.
A partir de estas presunciones, y de un modo insultantemente posmoderno, el hombre que encuentra la página en un rincón de piedra de la Rúa de la Calderería inventa la sinopsis de la película olvidada que jamás se terminó:
Después de recibir una llamada, Ernesto vuela a Santiago de Compostela para asistir a la lectura del testamento de su recién fallecido abuelo. Todos los bienes que su abuelo (un hombre hecho a si mismo, que le contaba a Ernesto-niño historias sobre mitología gallega que finalmente acababan por convertirse en recetas culinarias) le dejó cabían en un sobre. El sobre contenía diez objetos mágicos que confeccionan un rompecabezas que Ernesto debe descifrar para evitar una catástrofe que tendrá lugar la noche del 25 de Julio pero luego vemos que el sobre es tan solo un McGuffin, una distracción, un memez, y lo que parece comenzar como un thriller evangélico pronto se convierte en cine negro, justo cuando Ernesto, después de unas cremas de orujo y cruzando la Puerta Santa de la catedral, es testigo de un asesinato. Angustiado, vuelve a su hotel. Toma un whisky en el bar y sube a su habitación a mirar los tejados. Luego recibe la llamada de una misteriosa mujer, una suerte de femme fatale que fuma cigarros mentolados y que más tarde le da las claves para que Ernesto aprenda a moverse en el mundo de corrupción y terror que es el casco viejo, una arquitectura que funciona como metáfora del deseo que absorbe el espíritu humano del protagonista, que acabará, al igual que la trigésimo cuarta página del guión del que forma parte, destripado y devorado por un oscuro rincón de piedra de la Rúa de Calderería.